Vamos a exponer un ejemplo de una situación de conflicto
producida por el incumplimiento de una de las leyes argentinas que comentábamos
en la entrada anterior. Nos la envía Pablo B. G., un asiduo lector de este blog
al que agradecemos su seguimiento y la aportación de su experiencia, animando
también a otros blogueros a que nos remitan casos similares para contribuir a
su denuncia y difusión.
Reproducimos el relato de Pablo B. G. que titula “Absurdo
episodio”:
“Soy invidente y usuario de perro guía desde hace varios
años. El pasado junio estuve en Buenos Aires y, junto a unos familiares
quisimos hacer una visita guiada por el Teatro Colón, principal coliseo
argentino de música clásica y de ópera y uno de los más famosos del mundo; dada
la importancia y el prestigio de dicha institución es lo que hace mas absurdo
el episodio que me sucedió.
Tras comprar las entradas para la visita nos disponíamos a
acceder con uno de los grupos de personas que esperaban en el hall cuando se
nos acercó un guardia que me sugirió que dejase a mi perro allí, con ellos en
la entrada, y que me acompañaría un empleado del teatro para asistirme durante
el recorrido. Lógicamente le dije que yo ni podía ni quería dejar a mi perro
guía con desconocidos, que no necesitaba a ningún asistente ya que para eso
estaba entrenado mi lazarillo y que esa discusión carecía de sentido porque,
además, hay normativa al respecto que garantiza la entrada con estos animales a
todas partes (Ley 2510 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Al ver que era
imposible convencer a ese señor de su error, le dije que deseaba hablar con un
superior suyo o algún cargo directivo del lugar a lo que me respondió que él
era el jefe de seguridad y el principal responsable en ese momento. Yo seguí
explicándole mi situación y tratando de demostrarle su total
desconocimiento del asunto pero él
insistía en su propuesta de manera bastante prepotente.
Hay que decir que la actitud del resto de los empleados del
teatro y de los demás visitantes fue muy positiva, apoyándome en todo momento,
supongo que eso y mi insistencia en defender mis derechos, finalmente lo hizo
desistir de su ridículo comportamiento y pude disfrutar del paseo. No obstante,
al terminar la visita y cuando estábamos a punto de salir a la calle, fuimos
abordados otra vez por ese individuo para seguir insistiendo en sus argumentos
mostrándonos unos papeles que había imprimido y que, según él, eran copias de
normativa referente a la tenencia de perros, intentando con esa documentación
justificar sus razones para impedirme la entrada al teatro. Tras pedir que me
leyeran todo aquello le demostré que ninguno de los textos que me entregó tenía
nada que ver con la accesibilidad de los usuarios de perros guía a los lugares
públicos, demostrando con ello además de una mala educación por el trato que me
había dado también una enorme ignorancia y tozudez al seguir insistiendo en su
error. Varios de los asistentes que habían compartido la visita conmigo también
le recriminaron su conducta.
Días después fui a presentar una queja ante el Gobierno de
la ciudad y mandé otra a la página web del teatro para que informen debidamente
a todo su personal y muy especialmente al jefe de seguridad, para que hechos tan
absurdos y lamentables no vuelvan a repetirse.”
Foto:
Pablo B. G. y su perro guía Vid delante del Congreso de Buenos Aires.
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